Una flor en el cabello; la amapola que siempre estuvo ahí.
- Suheill Michelle
- 17 may
- 2 Min. de lectura
¿Y esa flor?
Simplemente entendí que tenía que estar ahí. En mi marca personal. Porque, sin saberlo, toda mi vida le hice espacio.
No es que sea fanática de las flores. Me gustan, sí, pero no soy de las que coleccionan arreglos ni se deslumbran con cada pétalo. Lo que siempre me ha llamado la atención no es la flor en sí, sino el gesto. El detalle casi instintivo de colocarla en el cabello. Desde chiquilla buscaba esas florecitas rebeldes, de las que crecen entre la maleza, y me las ponía en el pelo. Me fascinaba la coquetería y la feminidad que se escondían en ese gesto tan simple.
Flores, sin querer quieriendo...
En mi glosario personal, las flores significan regalo, adorno, gratitud y belleza (menos mal que no soy fanática, ¿no?). A los 20 años viví un momento importante en mi vida. Me vestí de blanco, sin boda, sin protocolo… y lo único que se me ocurrió fue ponerme una coronita de flores. Así, sin pensarlo. Llegué a una pequeña capilla, con una corona en la cabeza y el corazón lleno.
Y, hablando de bodas, sí: el día que me casé, otra vez, sin pensarlo, ahí estaba: una flor en mi pelo.
Lo que soy
Será que es parte de mí. Parte de lo que soy. Porque, para ponerle la cherry al bizcocho (como decimos aquí): soy caribeña. Y además del turquesa del mar y las palmeras al viento, hay algo que grita Caribe más que nada: la amapola.
Esa flor me acompaña desde siempre. Mis rizos se parecen un poco a aquel monte donde de niña buscaba belleza entre el caos de la maleza del patio de mi abuela. No podía ser de otra forma. Hice mía esa flor… y ni cuenta me di.
Al final, esos detalles son nuestra esencia
Lo que somos, de dónde venimos, lo que nos hace felices, lo que nos hace más lindas. Una amapola, porque igual que Camacho Queen, soy puertorriqueña!
Comentarios